Infancia

Varias páginas leídas y una sensación de asfixia: Combray no es tu lugar. La infancia, y todo lo que la recuerda, como una zona sobre la que es fácil emitir juicios y ser inapelable. Proust escribe, en Por la Parte de Swann, sobre ese primer tiempo; cómo y dónde nacimos, el entorno, personas que aparecen, el miedo y los temores que nos inventamos, lo que escuchamos y lo que no nos atrevimos a decir.

La manera de aproximarse es una: la escritura. Y funciona con la reflexión que realiza el niño que lee (el lector) que es también el que escribe:

Lo que yo leía eran los sucesos que sobrevenían en el libro; cierto es que los personajes a los que afectaban no eran “reales”, como decía Francoise, pero todos los sentimientos que nos hacen experimentar el gozo o el infortunio de un personaje real se producen en nosotros tan sólo por mediación de una imagen de ellos; la ingeniosidad del primer novelista consistió en comprender que, al ser la imagen el único elemento esencial en el aparato de nuestras emociones, la simplificación consistente en suprimir pura y simplemente los personajes reales sería un perfeccionamiento decisivo. Una persona real, por mucho que simpaticemos con ella, es en gran medida percibida por nuestros sentidos, es decir, que nos resulta opaca, ofrece un peso muerto que nuestra sensibilidad no puede levantar. Si la aflige una desgracia, sólo en una pequeña parte de la idea total que tenemos de ella podremos sentirnos emocionados al respecto; más aún: sólo en una pequeña parte de la idea total que tiene de sí misma podrá sentirse emocionada ella misma.

Eso es lo que hemos leído, eso es lo que leeremos: una pequeña parte de la idea total.

Roberto Santander

Deja un comentario